domingo, 13 de diciembre de 2009

Y sé que volveré a estar bien

Hoy me desperté tarde. Había un calor insoportable. Mi amigo me miraba despertar. ¡Estás chascón! me dijo con su voz musical. Me pare y fui directo al baño. Mi cara demostraba lo que sentía en ese mismisimo momento: pelo chascón, piel entreseca, ojos rojos. Y el iris del ojo más verde que nunca. Dicen que mis ojos se ven verdes cada vez que están tristes. O quizá solo fue el hecho de que al llorar y al ponerse rojos, hacen combinación con el verdor del iris. Tomé agua y lavé mi rostro. Sequé mi rostro y miré el espejo otra vez. Se veía igual de mierda que sin ser lavado. Me peiné con la mano, tratando de bajar el pelo que a esas alturas estaba incorregiblemente rebelde. Volví a mirar mi cara. Seguía igual de mierda. Caminé a la pieza y tomé mi mochila: otro amigo estaba durmiendo aún. Lo envidié. Me despedí y salí de la casa. El sol estaba en mi cabeza, fuerte, "picando", como diría una tía. El calor era un burla en ese momento: nunca había tenido tanto frio a pesar de estar sudando. Un mar de gente sale de la nada. Votantes, me dije. Todos los electores salian de los locales de votación despues de sufragar. Y se venían encima mío. Caminaba contra la corriente, y eso no lo había entendido. Toda mi vida he estado contra la corriente. Fue raro sentirlo por primera vez, tan real, tan tangible. Subí a un bus y me queé parado en el pasillo mirando por la ventana, mientras una suave brisa entraba por la ventana y daba directo a mi cara. Tuve ganas de lanzarme por esas ventanas y salir volando como una hoja que cae al piso. El viaje se hizo monotono. Las imagenes y las voces se mezclaban en mi mente. Sin darme cuenta llegué a mi casa, abri la puerta y salió mi perro a recibirme. Hola pequeño, ¿estás solo? le dije. El sólo movió la cola mientras me langüetiaba. Me senté en el sillón mientras me sujetaba la cabeza con las manos. No estaba pensando en nada. Solo necesitaba oir mi respiración. Ya no estaba agitada. Era lenta, angustiante, casi ahogada. No sé cuanto tiempo estuve así. Me saqué las zapatillas, y caminé a poner música. Entre al baño, me desnudé y me dejé caer en la ducha. El agua fria caía por mi pelo, recorría mi espalda, mis piernas. Sentí la conexión natural que el hombre tiene por el agua fria. Era como una caricia suave, que aplacaba lo que sentía, las cosas que se repetían en mi cabeza. Recordé su cara al mirarme, ese dolor que me provocaron sus palabras. Nunca pensé llorar por alguna persona. Y ahí estaba yo, llorando bajo la ducha, donde mis lagrimas se mezclaban con las infinitas gotas de agua que caían en mi rostro. Mis piernas parecian no soportar ya el peso de mi cuerpo y del dolor que ahora traigo conmigo. Caí al piso, de rodillas, abrazandome, mientras el agua seguia cayendo de la ducha y se mezclaba con todas las penas y dolores que ahora, iban saliendo, cayendo y yendose, al igual que las gotas de agua.

martes, 1 de diciembre de 2009

Trenes

¡Qué pasen los trenes por mi cerebro abierto!
Que corran, que pasen fugaces
Que aplasten la nota incomoda de mi inconciente
el verbo cautivo de la boca salada
el verbo de la lengua rota y sangrante.

¡Qué pasen los trenes por mi cerebro abierto!
Que rompan con fuerza las ataduras de mis pensamientos
Que abran mi mente descontrolada y absurda
Que caigan rayos delirantes en mis ojos tristes.

¡Qué pasen los trenes por mi cerebro abierto!
Que brote con fuerza la bilis de las emociones inconexas
de los susurros aterrantes y de la piel sucia .

¡Qué pasen los trenes por mi cerebro abierto!
Que derriben las conciencias colectivas de mi mundo interno
Que desarmen la teocracia de mis letras y mis coplas
y que por fin arranquen la palabra de mi boca

¡Qué pasen los trenes por mi cerebro abierto!